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lunes, 11 de marzo de 2013

El valor de las cosas. Cuento Zen

“Vengo, maestro, porque me siento tan poca cosa que no tengo fuerzas para hacer nada. Me dicen que no sirvo, que no hago nada bien, que soy torpe y bastante tonto. ¿Cómo puedo mejorar? ¿Qué puedo hacer para que me valoren más?” 
El maestro, sin mirarlo, le dijo: 
-Cuánto lo siento muchacho, no puedo ayudarte, debo resolver primero mi propio problema. Quizás después…- y haciendo una pausa agregó: Si quisieras ayudarme tú a mí, yo podría resolver este tema con más rapidez y después tal vez te pueda ayudar. 
-E…encantado, maestro -titubeó el joven pero sintió que otra vez era desvalorizado y sus necesidades postergadas. 
-Bien- asintió el maestro. 
Se quitó un anillo que llevaba en el dedo pequeño de la mano izquierda y dándoselo al muchacho, agregó- toma el caballo que está allí afuera y cabalga hasta el mercado. Debo vender este anillo porque tengo que pagar una deuda. Es necesario que obtengas por él la mayor suma posible, pero no aceptes menos de una moneda de oro. Vete ya y regresa con esa moneda lo más rápido que puedas. 
El joven tomó el anillo y partió. 
Apenas llegó, empezó a ofrecer el anillo a los mercaderes. Estos lo miraban con algún interés, hasta que el joven decía lo que pretendía por el anillo. 
Cuando el joven mencionaba la moneda de oro, algunos reían, otros le daban vuelta la cara y sólo un viejito fue tan amable como para tomarse la molestia de explicarle que una moneda de oro era muy valiosa para entregarla a cambio de un anillo. En afán de ayudar, alguien le ofreció una moneda de plata y un cacharro de cobre, pero el joven tenía instrucciones de no aceptar menos de una moneda de oro, y rechazó la oferta. 
Después de ofrecer su joya a toda persona que se cruzaba en el mercado -más de cien personas- y abatido por su fracaso, monto su caballo y regresó. 
Cuánto hubiera deseado el joven tener él mismo esa moneda de oro. Podría entonces habérsela entregado al maestro para liberarlo de su preocupación y recibir entonces su consejo y ayuda. 
Entró en la habitación. 
-Maestro -dijo- lo siento, no es posible conseguir lo que me pediste. Quizás pudiera conseguir dos o tres monedas de plata, pero no creo que yo pueda engañar a nadie respecto del verdadero valor del anillo. 
-Qué importante lo que dijiste, joven amigo -contestó sonriente el maestro-. Debemos saber primero el verdadero valor del anillo. Vuelve a montar y vete al joyero. ¿Quién mejor que él, para saberlo? Dile que quisieras vender el anillo y pregúntale cuanto te da por él. Pero no importa lo que te ofrezca, no se lo vendas. Vuelve aquí con mi anillo. 
El joven volvió a cabalgar. 
El joyero examinó el anillo a la luz del candil, lo miró con su lupa, lo pesó y luego le dijo: 
-Dile al maestro, muchacho, que si lo quiere vender ya, no puedo darle más que 58 monedas de oro por su anillo. 
-¡¿58 monedas?!-exclamó el joven. 
-Sí -replicó el joyero- Yo sé que con tiempo podríamos obtener por él cerca de 70 monedas, pero no sé… si la venta es urgente… 
El Joven corrió emocionado a casa del maestro a contarle lo sucedido. 
-Siéntate -dijo el maestro después de escucharlo-. Tú eres como este anillo: una joya, valiosa y única. Y como tal, sólo puede evaluarte verdaderamente un experto. ¿Qué haces por la vida pretendiendo que cualquiera descubra tu verdadero valor? 
Y diciendo esto, volvió a ponerse el anillo en el dedo pequeño de su mano izquierda.

domingo, 25 de noviembre de 2012

Planilandia - Flatland (Cuento)

Cuento popular de la época victoriana. Sinopsis
En "El País del Plano" o "Planilandia", los personajes son formas geométricas diversas que viven en un mundo exclusivamente bidimensional. Al comienzo de nuestra historia, el narrador, un Cuadrado de mediana edad, tiene un sueño inquietante en el cual visita un reino unidimensional, el País de la Línea, cuyos habitantes sólo pueden moverse de un punto a otro. Con creciente frustración intenta explicar quien es él, una línea de líneas, proveniente de un país en el que se puede uno mover, no sólo de punto en punto, sino también de lado a lado. Los habitantes del País de la Línea, enfadados, están a punto de atacarle cuando se despierta sobresaltado.
Un poco más tarde, aquel mismo día, intenta ayudar en sus estudios a su nieto, un pequeño Hexágono. El nieto sugiere la posibilidad de una tercera dimensión, un reino en el que habría arriba y abajo, además de un lado y otro. El Cuadrado tacha esta idea de estúpida e inimaginable. Aquella misma noche el Cuadrado tiene un encuentro extraordinario, decisivo para su vida: recibe la visita de un habitante del País del Espacio, el reino de las tres dimensiones.
Al principio, el Cuadrado se siente simplemente confundido por su visitante, un extraño círculo que parece cambiar de tamaño, e incluso desaparecer. El visitante se presenta a sí mismo como una Esfera. Parecia cambiar de tamaño y desaparecer, tan sólo porque estaba acercándose al Cuadrado en el espacio y descendiendo al mismo tiempo. Dándose cuenta de que sólo con argumentos no podría llegar a convencer al Cuadrado de la existencia de la tercera dimensión, la Esfera, exasperada, le introduce en una experiencia de profundidad.
El Cuadrado queda fuertemente conmocionado. Dice: 'Tenía una sensación confusa y mareante en la visión, era algo distinto que ver; veía una línea que no era una línea, y un espacio que no era espacio. Yo era y no era yo mismo al mismo tiempo. Cuando pude recobrar la voz, lancé un grito de agonía: Esto es la locura o el infierno!'. 'No es ninguna de las dos cosas', replicó serenamente la voz de la Esfera. 'Es conocimiento; son las tres dimensiones. Abre tus ojos otra vez, y trata de mirar con tranquilidad'.
Tras haber tenido esa experiencia intuitiva de la tercera dimensión, el Cuadrado se convierte en su apóstol, intentando convencer a sus conciudadanos del País del Plano de que el Espacio es algo más que sólo una noción propia de los matemáticos. A causa de su insistencia, es finalmente encarcelado en beneficio publico. Cada año, en lo sucesivo, el sumo sacerdote del País del Plano, el Círculo Jefe, acude a tantearle para comprobar si ha recobrado su sano juicio, pero el Cuadrado continúa insistiendo testarudamente en que hay una tercera dimensión. No puede olvidarlo, aunque no es capaz de explicarlo.
Edwin Abbott - Descargar libro completo

martes, 20 de noviembre de 2012

Arreglar el mundo. Cuento

Un científico, que vivía preocupado con los problemas del mundo, estaba resuelto a encontrar los medios para aminorarlos.
Pasaba días en su laboratorio en busca de respuestas para sus dudas.
Cierto
día, su hijo de 7 años invadió su santuario decidido a ayudarlo a trabajar.
El científico, nervioso por la interrupción, le pidió al niño que fuese a jugar a otro lado.
Viendo que era imposible sacarlo, el padre pensó en algo que pudiese darle con el objetivo de distraer su atención.
De repente se encontró con una revista, en donde había un mapa con el mundo, justo lo que precisaba.
Con unas tijeras recortó el mapa en varios pedazos y junto con un rollo de cinta se lo entregó a su hijo diciendo: "como te gustan los rompecabezas, te voy a dar el mundo todo roto para que lo repares sin ayuda de nadie".
Entonces calculó que al pequeño le llevaría 10 días componer el mapa, pero no fue así.
Pasadas algunas horas, escuchó la voz del niño que lo llamaba calmadamente.
"Papá, papá, ya hice todo, conseguí terminarlo".
Al principio el padre no creyó en el niño!
Pensó que sería imposible que, a su edad hubiera conseguido recomponer un mapa que jamás había visto antes. Desconfiado, el científico levantó la vista de sus anotaciones con la certeza de que vería el trabajo digno de un niño.
Para su sorpresa, el mapa estaba completo.
Todos los pedazos habían sido colocados en sus debidos lugares.
¿Cómo era posible? ¿Cómo el niño había sido capaz?
De esta manera, el padre preguntó con asombro a su hijo:
Hijito, tú no sabías cómo era el mundo, ¿cómo lo lograste?
Papá, respondió el niño; yo no sabía como era el mundo, pero cuando sacaste el mapa de la revista para recortarlo, vi que del otro lado estaba la figura de un hombre.
Así que di vuelta los recortes y comencé a recomponer al hombre, que sí sabía como era.
"Cuando conseguí arreglar al hombre, di vuelta a la hoja y vi que había arreglado al mundo".

sábado, 17 de noviembre de 2012

La luciérnaga y la serpiente

La leyenda cuenta que una serpiente comenzó a perseguir a una Luciérnaga, ésta escapaba muy rápido de la depredadora, pero la serpiente no pensaba renunciar, escapó un día, dos días y nada y ella no renunciaba.
Luego al tercer día, la Luciérnaga se detuvo y simulando estar cansada le dijo a la serpiente:
- Me rindo, pero antes de atraparme déjame hacerte unas preguntas.
- La serpiente le contesto, no acostumbro a hacer éste epígrafe a nadie pero como te pienso devorar, pregúntame.
- ¿Pertenezco a tu cadena alimenticia?.
- No.
- ¿Te he hecho algún daño?.
- No.
- Entonces, ¿Por qué quieres terminar conmigo?.
- Porque no tolero verte brillar.
La luciérnaga deseaba comprender la situación que le parecía sin sentido.
Una vez enterada de la envidia de la serpiente, solamente se limitó a sonreír y volar más alto y rápido y la serpiente se quedó con deseos de ese bocado tan luminoso que demostró estar fuera de su alcance.
En un guiño final de su luz, la luciérnaga le gritó a la serpiente:
-Es hora de que aprendas a brillar tu misma de un manera tan hermoso que aún nosotras las luciérnagas, contemplemos con admiración, tu gran resplandor.
Existen muchas personas que no soportan ver que otras brillen, envidian su vida, sus logros, su familia y hasta su sonrisa.
Si alguna vez una persona así se aparece en nuestra vida, no dejemos de brillar, sigamos siendo nosotros mismos y brindando lo mejor de nosotros, hasta que esas personas comprendan que no pueden hacernos nada malo y que nuestra luz siempre estará intacta, a lo mejor ellas empiecen a brillar por sí mismas también.
http://www.creceroperecer.com/

jueves, 25 de octubre de 2012

Confío en Dios. Cuento

Para reflexionar y estar bien despiertos a las señales del Universo!
Estaba un hombre en mitad del océano en una balsa. En medio del tremendo oleaje marítimo la balsa se hundió y el hombre quedó a la deriva. No tenía salida: 
comenzó a rezar y a pedir al Altísimo que le sacara de ésa. En su corazón recibió una respuesta: la seguridad de que Dios le rescataría. 
Pasó por su lado un barco pesquero que le invitó a subir, pero el hombre replicó:
-No, yo confío en Dios, y sé que Él me salvará.
El hombre no subió, pero al rato pasó por su lado un helicóptero de vigilancia marítima, que le invitó a subir por las escaleras de salvamento.
-No, yo confío en mi Dios, y sé que Él será mi salvador.
Pasaron las horas, los días, y nunca más se supo de aquel hombre. 
Cuando éste llegó a la antesala del cielo se encontró con Dios y le preguntó contrariado:
-Señor, yo confiaba en tí, en que tú me salvarías.
-Te dí una balsa y la hundiste, te mandé un barco pesquero a tu ayuda y lo rechazaste, y te mandé un helicóptero de salvamento y no subiste. ¿Qué esperabas?

sábado, 18 de agosto de 2012

El cofre de la felicidad. Cuento

Hace muchísimos años vivió en la India un sabio, de quien se decía que guardaba en un cofre encantado un gran secreto que lo hacía ser un triunfador en todos los aspectos de su vida y que por eso se consideraba el hombre más feliz del mundo. Muchos reyes, envidiosos, le ofrecían poder y dinero, y hasta intentaron robarle para obtener el cofre, pero todo era en vano, mientras más lo intentaban, más infelices eran, pues la envidia no los dejaba vivir.
Así, pasaron los años y el sabio era cada día más feliz. Un día llegó ante él un niño y le dijo: "Señor, al igual que tú yo también quiero ser inmensamente feliz, ¿por qué no me enseñas cómo conseguirlo?" El sabio, al ver la sencillez y la pureza del niño, le dijo: "a tí te enseñaré el secreto para ser feliz, ven conmigo y presta mucha atención, en realidad son dos cofres donde guardo el secreto para ser feliz, y éstos son mi mente y mi corazón, y el gran secreto no es otro que una serie de pasos que debes seguir a lo largo de tu vida".
"El primero es saber que existe la presencia de Dios en todas las cosas de la vida, y por lo tanto debes amarlo y darle las gracias por todas las cosas que tienes.
El segundo es que debes quererte a ti mismo, y todos los días al levantarte y al acostarte debes afirmar: yo soy importante, yo valgo, soy capaz, soy inteligente, soy cariñoso, espero mucho de mi, no hay obstáculos que no pueda vencer.
El tercer paso es que debes poner en práctica lo que dices que eres, si dices ser inteligente, actúa inteligentemente; si piensas que eres capaz, haz lo que te propones; si piensas que eres cariñoso, expresa tu cariño; si piensas que no hay obstáculos que no puedas vencer, entonces proponte metas en tu vida y lucha por ellas hasta lograrlas.
El cuarto paso es que no debes envidiar a nadie por lo que tienen o por lo que son, ellos alcanzaron sus metas, logra tú las tuyas.
El quinto paso es que no debes albergar en tu corazón rencor hacia nadie, ese sentimiento no te dejará ser feliz; deja que las leyes de Dios hagan justicia, y tú perdona y olvida.
El sexto paso es que no debes tomar la cosas que no te pertenecen, recuerda que de acuerdo con las leyes de la naturaleza, mañana te quitarán algo de más valor.
El séptimo paso es que no debes maltratar a nadie; todos los seres del mundo tenemos derecho a que se nos respete y se nos quiera.
Y por último, levántate siempre con una sonrisa en los labios, observa a tu alrededor y descubre en todas las cosas el lado bueno y bonito; piensa en lo afortunado que eres al tener todo lo que tienes, ayuda a los demás, sin pensar que vas a recibir nada a cambio; mira a las personas y descubre en ellas sus cualidades y dale también a ellos el secreto para ser un triunfador y que de esa manera puedan ser felices".

martes, 13 de marzo de 2012

El Maestro

Érase una vez un maestro que hablaba a un grupo de gente y su mensaje resultaba tan maravilloso que todas las personas que estaban allí reunidas se sintieron conmovidas por sus palabras de amor. En medio de esa multitud se encontraba un hombre que había escuchado todas las palabras que el maestro había pronunciado. Era un hombre muy humilde y de gran corazón, que se sintió tan conmovido por las palabras del maestro que sintió la necesidad de invitarlo a su hogar.
Así pues cuando el maestro acabó de hablar, el hombre se abrió paso entre la multitud, se acarreó a él y, mirándole a los ojos, le dijo: " Sé que está muy ocupado y que todos requieren su atención. También sé que casi no dispone de tiempo ni para escuchar mis palabras, pero mi corazón se siente tan libre y es tanto el amor que siento por usted que me mueve la necesidad de invitarle a mi hogar. Quiero prepararle la mejor de las comidas. No espero que acepte, pero quería que lo supiera".
El maestro le miró a los ojos, y con la más bella de las sonrisas, le contestó: " Prepáralo todo. Iré". Entonces el maestro se alejó.
Al oír estas palabras el corazón del hombre se sintió lleno de júbilo. A duras penas podía esperar a que llegase el momento de servir al maestro y expresarle el amor que sentía por el. Sería el día más importante de su vida: el maestro estaría con él. Compró la mejor comida y el mejor vino y buscó las ropas más preciosas para ofrecérselas como regalo. Después corrió hacia su casa a fin de llevar a cabo todos los preparativos para recibir al maestro. Lo limpió todo, preparó una comida deliciosa y decoró bellamente la mesa. Su corazón estaba rebosante de alegría porque el maestro pronto estaría allí.
El hombre esperaba ansioso cuando alguien llamó a la puerta. La abrió con afán pero, en lugar del maestro, se encontró con una anciana. Ésta le miró a los ojos y le dijo: " Estoy hambrienta. ¿Podrás darme un trozo de pan?".
El se sintió un poco decepcionado al ver que no se trataba del maestro. Miró a la mujer y le dijo: " Por favor entre a mi casa". La sentó en el lugar que había preparado para el maestro y le ofreció la comida que había preparado para él. Pero estaba ansioso y esperaba que la mujer se diese prisa en acabar de comer. La anciana se sintió conmovida por la generosidad de éste hombre. Le dio las gracias y se marchó.
Apenas hubo acabado de preparar de nuevo la mesa para el maestro cuando alguien volvió a llamar a su puerta. Esta vez se trataba de un desconocido que había viajado a través del desierto. El forastero le miró y le dijo: " Estoy sediento. ¿Podrías darme algo de beber?".
De nuevo se sintió un poco decepcionado porque no se trataba del maestro, pero aún así, invitó al desconocido a entrar a su casa, hizo que se sentase en el lugar que había preparado para el maestro y le sirvió el vino que quería ofrecerle a él. Cuando se marchó volvió a preparar de nuevo todas las cosas.
Por tercera vez, alguien llamó a la puerta y cuando la abrió, se encontró con un niño. Éste elevó su mirada hacia él y le dijo: " Estoy congelado. ¿Podría darme una manta para cubrir mi cuerpo?".
Estaba un poco decepcionado porque no se trataba del maestro, pero miró al niño a los ojos y sintió amor en su corazón. Rápidamente cogió las ropas que había comprado para el maestro y le cubrió con ellas. El niño le dio las gracias y se marchó.
Volvió a prepararlo todo de nuevo para el maestro y después se dispuso a esperarle hasta que se hizo muy tarde. Cuando comprendió que no acudiría se sintió decepcionado, pero lo perdonó de inmediato. Se dijo a sí mismo: " Sabía que no podía esperar que el maestro viniese a esta humilde casa. Me dijo que lo haría, pero algún asunto de mayor importancia lo habrá llevado a cualquier otra parte. No ha venido, pero al menos aceptó la invitación y eso es suficiente para que mi corazón se sienta feliz".
Entonces guardó la comida y el vino y se acostó. Aquella noche soñó que el maestro le hacía una visita. Al verlo se sintió feliz sin saber que se trataba de un sueño. " ¡Ha venido maestro! Ha mantenido su palabra".
El maestro le contestó: " Sí, estoy aquí, pero estuve aquí antes. Estaba hambriento y me diste de comer. Estaba sediento y me ofreciste vino. Tenía frío y me cubriste con ropas. Todo lo que haces por los demás lo haces por mi".
El hombre se despertó con el corazón rebosante de dicha porque había comprendido la enseñanza del maestro. Lo amaba tanto que había enviado a tres personas para que le transmitiesen la lección más grande: que él vive en el interior de todas las personas. Cuando das de comer al hambriento, de beber al sediento y cubres al que tiene frío, ofreces tu amor al MAESTRO.
Basado en el Evangelio según San Mateo 25, 35-40 (La Biblia)
"Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a verme." Entonces los justos le responderán: "Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; o sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos forastero, y te acogimos; o desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y fuimos a verte?" Y el Rey les dirá: "En verdad os digo que cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis."

lunes, 21 de noviembre de 2011

Los verdaderos milagros. Cuento

Tres personas iban caminando por el bosque. Uno era un sabio con fama de hacer milagros, otro un poderoso terrateniente del lugar y el tercero, que iba detrás de ellos escuchando la conversación, era un joven estudiante, alumno del sabio.
El terrateniente comentó:
-Me han dicho en el pueblo que eres una persona muy poderosa y que eres capaz de hacer milagros.
-Soy una persona vieja y cansada... ¿Cómo crees que yo podría hacer milagros?, respondió el sabio.
-Me han dicho que sanas a los enfermos, haces ver a los ciegos y vuelves cuerdos a los locos. Esos milagros sólo los puede hacer alguien muy poderoso.
-¡Ah! ¿Te refieres a eso?, dijo el sabio.
-Tú mismo lo has dicho, esos milagros sólo los puede hacer alguien muy poderoso, no un viejo como yo. Esos milagros los hace Dios, yo sólo le pido a Él que le conceda un favor al enfermo, o al ciego; todo el que tenga la fe suficiente en Dios puede hacer lo mismo.
-Yo quiero tener la misma fe que tú, para poder realizar los milagros que haces. Muéstrame un milagro para poder creer en tu Dios.
-¿Volvió a salir el sol esta mañana? preguntó el sabio.
-¡Claro que sí!, exclamó el poderoso terrateniente.
-Pues ahí tienes el milagro de la luz.
-No, yo quiero ver un verdadero milagro, haz que se oculte el sol, saca agua de una piedra, sana a un animal herido tocándole con tu mano. Algo así quiero ver.
-¿Quieres un verdadero milagro? ¿No es verdad que tu esposa acaba de dar a luz hace algunos días?".
-Sí, fue un varón y es mi primogénito, respondió el terrateniente.
-Ahí tienes el segundo milagro, el milagro de la vida.
-Sabio, tú no me entiendes, quiero ver un verdadero milagro.
-Fíjate bien, estamos en época de cosecha, ¿No hay trigo dónde hace unos meses sólo había tierra?
-Sí, igual que todos los años.
-Pues ahí tienes el tercer milagro.
-Creo que no me he explicado bien, lo que yo quiero... el sabio le interrumpió.
-Te has explicado bien, pero yo ya he hecho todo lo que podía hacer por ti. Si no encontraste lo que buscabas, lamento desilusionarte, pero no puedo hacer más.
El poderoso terrateniente se retiró muy desilusionado por no haber encontrado lo que buscaba.
Cuando el poderoso terrateniente estaba lejos, el sabio se dirigió a la orilla del camino, tomó a un conejo enfermo y herido, sopló sobre él y sus heridas quedaron curadas; el joven estaba algo desconcertado.
El joven dijo: Maestro, te he visto hacer milagros como éste casi todos los días, ¿Por qué te negaste a mostrarle uno al caballero?, ¿Por qué lo haces ahora que no puede verlo?
-Lo que él buscaba no era un milagro, era un espectáculo. Le mostré tres milagros y no pudo apreciarlos. Para ser maestro, primero hay que ser alumno.
“No puedes pedir grandes milagros si no has aprendido a valorar los pequeños milagros que se te muestran día a día. El día que aprendas a reconocer a Dios en todas las pequeñas cosas que ocurren en tu vida, ese día comprenderás que no necesitas más milagros que los que Dios te da todos los días sin que tú se los hayas pedido”

martes, 15 de noviembre de 2011

Cuento: Maestra, ¿qué es el amor?

Uno de los niños de una clase de educación infantil preguntó:
* Maestra… ¿qué es el amor?
La maestra sintió que la criatura merecía una respuesta que estuviese a la altura de la pregunta inteligente que había formulado. Como ya estaban en la hora del recreo, pidió a sus alumnos que dieran una vuelta por el patio de la escuela y trajeran cosas que invitaran a amar o que despertaran en ellos ese sentimiento. Los pequeños salieron apresurados y, cuando volvieron, la maestra les dijo:
* Quiero que cada uno muestre lo que ha encontrado.
El primer alumno respondió:
* Yo traje esta flor… ¿no es bonita?
A continuación, otro alumno dijo:
- Yo traje este pichón de pajarito que encontré en un nido… ¿no es gracioso?
Y así los chicos, uno a uno, fueron mostrando a los demás lo que habían recogido en el patio.
Cuando terminaron, la maestra advirtió que una de las niñas no había traído nada y que había permanecido en silencio mientras sus compañeros hablaban. Se sentía avergonzada por no tener nada que enseñar.
La maestra se dirigió a ella:
* Muy bien, ¿y tú?, ¿no has encontrado nada que puedas amar?
La criatura, tímidamente, respondió:
- Lo siento, seño. Vi la flor y sentí su perfume, pensé en arrancarla pero preferí dejarla para que exhalase su aroma durante más tiempo. Vi también mariposas suaves, llenas de color, pero parecían tan felices que no intenté coger ninguna. Vi también al pichoncito en su nido, pero…, al subir al árbol, noté la mirada triste de su madre y preferí dejarlo allí…
Así que traigo conmigo el perfume de la flor, la libertad de las mariposas y la gratitud que observé en los ojos de la madre del pajarito. ¿Cómo puedo enseñaros lo que he traído?
La maestra le dio las gracias a la alumna y emocionada le dijo que había sido la única en advertir que lo que amamos no es un trofeo y que al amor lo llevamos en el corazón.
El amor es algo que se siente. Hay que tener sensibilidad para vivirlo.
Tomado de la Web

viernes, 8 de abril de 2011

Los colores del Arco Iris

Érase una vez en que los colores del mundo comenzaron a reñir. Todos reclamaban que ellos eran el mejor, el más importante, el más útil, y el favorito.
El Verde dijo, "Claramente yo soy el más importante. Soy el signo de vida y de esperanza. Fui escogido para el pasto, los árboles y las hojas. Sin mí, todos los animales morirían. Miren el campo y verán que yo estoy en la mayoría."
El Azul interrumpió, "Ustedes solo piensan en la tierra, pero consideren los cielos y el mar. El agua es la base de la vida y es elevada por las nubes del mar profundo. El cielo da espacio y paz y serenidad, sin mi paz todos ustedes serían nada."
El Amarillo se rió, "Ustedes son tan serios. Yo traigo risa, regocijo, y calor al mundo. El sol es amarillo, la luna es amarilla, las estrellas son amarillas. Cada vez que miran un girasol el mundo entero empieza a reír. Sin mí no habría diversión."
El Naranja próximo empezó a tocar su trompeta. "Yo soy el color de la salud y la fortaleza. Puedo ser escaso, pero soy precioso porque sirvo las necesidades de la vida humana. Llevo las más importantes vitaminas. Piensen en las zanahorias, las calabazas, naranjas, mangos, y papayas. Yo no ando rondando por ahí todo el tiempo, sino cuando lleno el cielo a la salida y puesta del sol, mi belleza es tan notable que ninguno da otro pensamiento a ninguno de Ustedes."
El Rojo no podía aguantar por más tiempo, gritó, "Yo soy el regente de todos Ustedes! Soy sangre — la sangre de la vida! Soy el color de la valentía. estoy dispuesto a pelear por una causa. Traigo fuego en la sangre. Sin mí, la tierra estaría tan vacía como la luna. Soy el color de la pasión y del amor, la rosa roja, la poinsetia y la amapola."
El Púrpura se levantó a su plena altura. Era muy alto y habló con gran pompa. "Soy el color de la realeza y del poder. Los reyes, jefes, y obispos me han escogido siempre a mí, porque soy el signo de autoridad y sabiduría. La gente no me cuestiona! ellos escuchan y obedecen."
Y así los colores fueron jactándose, cada uno convencido de su propia superioridad. Su riña se puso cada vez más ruidosa. Súbitamente hubo un relámpago de luz brillante, el trueno tronó y retumbó.
La lluvia empezó a caer sin clemencia. Los colores se agacharon de miedo, acercándose los unos a los otros para confortarse. En medio del clamor, la lluvia empezó a hablar:
"Tontos colores, peleándose entre Ustedes, cada uno tratando de dominar al resto. ¿No saben que cada uno de fue hecho con un propósito especial, único y diferente? Únanse de las manos y vengan conmigo." Haciendo como se les dijo los colores se unieron y unieron sus manos. La lluvia continuó: "desde ahora en adelante, cuando llueva, cada uno de Ustedes se estirará a través del cielo en un gran arco de color como un recordatorio de que todos pueden vivir en paz. El Arco Iris es un signo de esperanza para el mañana."

jueves, 31 de marzo de 2011

Huellas en la arena...

Una noche un hombre tuvo un sueño. Soñó que iba paseando por una gran playa. A medida que cami­naba, se iba proyectando en su mente la película de su vida. Se dio cuenta de que en cada escena de la película de su vida existían dos pares de huellas en la arena: las suyas y las de su Dios. Cuando la última escena de su vida apareció ante él, volvió a mirar retrospectivamente las huellas sobre la arena de la playa. Entonces notó que muchas veces a lo largo de su vida había tan solo un par de huellas. Comprobó que esto ocurría en los momentos más difíciles de su existencia.
Llegó a preocuparse en gran manera por este hecho, y preguntó a su Dios:
- Señor, tú me dijiste una vez que si decidía seguirte, caminarías siempre conmigo... Sin embargo he notado que durante los momentos de mi vida en que tenía más dificultades y problemas tan sólo exis­tía un par de huellas. No comprendo por qué cuando más te necesitaba más me abandonabas.
Su Dios respondió:
- Hijo, te quiero y nunca te he abandonado. En los momentos de angustia y sufrimiento, cuando tú has contemplado tan sólo un par de huellas, eran los momentos en que yo te transportaba en mis bra­zos.
Tomado de la Web

viernes, 25 de marzo de 2011

La estrella escondida

Las estrellas celebraron su asamblea, y cada una sacó a relucir, como saben hacer relucir las estrellas, sus propios méritos en la creación y en la vida del hombre, rey de la creación. La estrella polar demostró cómo ayudaba a los hombres a fijar el norte de sus caminos y de sus mapas; el sol describió el calor, la luz, la vida que hacía llegar a todos los hombres y mujeres de la tierra; una estrella poco conocida reveló que ella fue la que confirmó la teoría de Einstein cuando pasó oportunamente tras el sol durante un eclipse, y con ello hizo un gran servicio a la ciencia; y otras mencionaron los nombres que habían hecho famosos y los descubrimientos a que habían dado lugar. Cada una tenía algo que decir, y rivalizaban en fama y esplendor.
Sólo una pequeña estrella, remota y escondida, permanecía callada en la asamblea celestial.
No se le ocurría nada que decir. Cuando le llegó el turno y hubo de hablar, confesó que ella nada había hecho por el cosmos o por el género humano, y que los hombres y mujeres de la tierra ni siquiera la conocían, pues aún no la habían descubierto. Las demás estrellas se rieron de ella y la tacharon de inútil, perezosa e indigna de ocupar un sitio en el firmamento. Las estrellas están para alegrar el cielo, y ¿de qué sirve una estrella que ni siquiera se sabe que existe?
La pequeña estrella escuchaba todos los reproches que le dirigían sus hermanas, y algo se le ocurrió mientras hablaban, y lo dijo al final:
«¿Quién sabe?», dijo parpadeando suavemente, «a lo mejor yo también estoy contribuyendo, a mi manera, al progreso y bienestar de hombres y mujeres en la lejana tierra. Es verdad que no me conocen, pero ellos no son tontos, y sus cálculos les dicen que para explicar el curso de otras estrellas y cuerpos celestes que conocen, tiene que haber todavía alguna otra estrella que con su atracción gravitatoria explique las desviaciones en los caminos de las demás. Por eso continúan estudiando y observando y buscando, y con ello avanza su ciencia y continúa despierto su interés». Las otras estrellas se habían callado mientras hablaba, y ella tomó ánimos con su silencio y añadió algo al final que hizo pensar a todas:
«No es que yo quiera anteponerme a nadie, y tenéis mucho mérito todas con lo que habéis hecho por los hombres y mujeres de la tierra; pero creo que yo también les estoy prestando un servicio importante: que sepan que aún les queda algo por descubrir». Bello mensaje. Aún nos quedan estrellas por descubrir. Aún quedan cielos por explorar y aventuras por em­prender.
Tomado de la Red

jueves, 10 de marzo de 2011

El arte de enseñar. Confucio

Confucio habla de los maestros y profesores
Poco se conoce sobre la vida del filósofo chino Confucio: se cree que vivió entre 551-479 A.C. De sus obras conocidas, algunas son atribuidas directamente a él, otras fueron compiladas por sus discípulos. En uno de estos textos, "Conversaciones familiares", existe un interesante diálogo respecto al aprendizaje:
Confucio se sentó para descansar, y pronto los alumnos empezaron a hacerle preguntas. Aquel día el Maestro estaba bien dispuesto, y decidió responder.
-Usted consigue explicar muy bien todo lo que siente. ¿Por qué no va hasta el Emperador y habla con él?
-El Emperador también hace bellos discursos -dijo Confucio. -Y los bellos discursos son apenas una cuestión de técnica; ellos no traen consigo la Virtud.
-Entonces, envíele su libro de poemas.
-Los trescientos poemas allí escritos pueden ser resumidos en una sola frase: "piensa correctamente". Este es el secreto.
-¿Qué es pensar correctamente?
-Es saber usar la mente y el corazón, la disciplina y la emoción. Cuando se desea una cosa, la vida nos guiará hacia ella, mas por caminos inesperados. Muchas veces nos dejamos confundir porque estos caminos nos sorprenden, y entonces creemos que estamos yendo en la dirección equivocada. Por eso yo dije: déjate llevar por la emoción, pero mantén la disciplina de seguir adelante.
-¿Y usted hace eso?
-A los quince años, comencé a aprender. A los treinta, pasé a tener la certeza de lo que deseaba. A los cuarenta, las dudas retornaron. A los cincuenta años, descubrí que el Cielo tiene un proyecto para mí y para cada hombre sobre la faz de la Tierra. A los sesenta, comprendí este proyecto y encontré la tranquilidad para seguirlo. Ahora, a los setenta años, puedo escuchar mi corazón sin que él me haga salir del camino.
Entonces, ¿qué es lo que le hace diferente de los otros hombres que también aceptan la voluntad del Cielo?
-Yo procuro dividirla con vosotros. Y quien consigue discutir una verdad antigua con una generación nueva debe usar su capacidad de enseñar. Esta es mi única cualidad: ser un buen profesor.
-¿Qué es un buen profesor?
-El que examina todo lo que enseña. Las ideas antiguas no pueden esclavizar al hombre porque ellas se adaptan y adquieren nuevas formas. Entonces, tomemos la riqueza filosófica del pasado sin olvidar los desafíos que el mundo presente nos propone.
-¿Qué es un buen alumno?
-Aquel que escucha lo que yo le digo, pero adapta mis enseñanzas a su vida y nunca las sigue al pie de la letra. Aquel que no busca un empleo, sino un trabajo que lo dignifica. Aquel que no busca ser notado, sino hacer algo notable.
Fuente: Cuentos. Paulo Coelho

viernes, 14 de enero de 2011

El cuento de las arenas

Un río, desde sus orígenes en lejanas montañas, después de pasar a través de toda clase y trazado de campiñas, al fin alcanzó las arenas del desierto. Del mismo modo que había sorteado todos los otros obstáculos, el río trató de atravesar este último, pero se dio cuenta de que sus aguas desaparecían en las arenas tan pronto llegaba a éstas.
Estaba convencido, no obstante, de que su destino era cruzar este desierto y sin embargo, no había manera. Entonces una recóndita voz, que venía desde el desierto mismo le susurró:
"el Viento cruza el desierto y así puede hacerlo el río"
El río objetó que se estaba estrellando contra las arenas y solamente conseguía ser absorbido, que el viento podía volar y ésa era la razón por la cual podía cruzar el desierto. "Arrojándote con violencia como lo vienes haciendo no lograrás cruzarlo. Desaparecerás o te convertirás en un pantano. Debes permitir que el viento te lleve hacia tu destino"
-¿Pero cómo esto podrá suceder?
"Consintiendo en ser absorbido por el viento". Esta idea no era aceptable para el río. Después de todo él nunca había sido absorbido antes. No quería perder su individualidad. "¿Y, una vez perdida ésta, cómo puede uno saber si podrá recuperarla alguna vez?" "El viento", dijeron las arenas, "cumple esa función. Eleva el agua, la transporta sobre el desierto y luego la deja caer. Cayendo como lluvia, el agua nuevamente se vuelve río"
-"¿Cómo puedo saber que esto es verdad?"
"Así es, y si tú no lo crees, no te volverás más que un pantano y aún eso tomaría muchos, pero muchos años; y un pantano, ciertamente no es la misma cosa que un río."
-"¿Pero no puedo seguir siendo el mismo río que ahora soy?"
"Tú no puedes en ningún caso permanecer así", continuó la voz. "Tu parte esencial es transportada y forma un río nuevamente. Eres llamado así, aún hoy, porque no sabes qué parte tuya es la esencial." Cuando oyó esto, ciertos ecos comenzaron a resonar en los pensamientos del río. Vagamente, recordó un estado en el cual él, o una parte de él ¿cuál sería?, había sido transportado en los brazos del viento. También recordó --¿o le pareció?-- que eso era lo que realmente debía hacer, aún cuando no fuera lo más obvio. Y el río elevó sus vapores en los acogedores brazos del viento, que gentil y fácilmente lo llevó hacia arriba y a lo lejos, dejándolo caer suavemente tan pronto hubieron alcanzado la cima de una montaña, muchas pero muchas millas más lejos. Y porque había tenido sus dudas, el río pudo recordar y registrar más firmemente en su mente, los detalles de la experiencia. Reflexionó:"Sí, ahora conozco mi verdadera identidad" El río estaba aprendiendo pero las arenas susurraron:"Nosotras conocemos, porque vemos suceder esto día tras día, y porque nosotras las arenas, nos extendemos por todo el camino que va desde las orillas del río hasta la montaña" Y es por eso que se dice que el camino en el cual el Río de la Vida ha de continuar su travesía está escrito en las Arenas.

Esta hermosa historia es corriente en la tradición verbal de muchas lenguas, circulando casi siempre entre los derviches y sus discípulos. Fue transcripta en la obra "La Rosa Mística del Jardín del Rey" de Sir Fairfax Cartwright, publicada en Gran Bretaña en 1899. La presente versión es de Awad Afifi el Tunecino, que murió en 1870.

lunes, 10 de enero de 2011

El valor y el dinero. P. Coelho

Ciccone German cuenta la historia de un hombre que, gracias a su inmensa riqueza y su infinita ambición, decidió comprar todo lo que tenía a su alcance. Después de llenar sus muchas casas de ropa, muebles, automóviles, joyas, el hombre decidió comprar otras cosas.
Compró la ética y la moral, y en ese momento nació la corrupción.
Compró la solidaridad y la generosidad -y entonces surgió la diferencia.
Compró la justicia y sus leyes -dando a luz en ese mismo momento a la impunidad.
Compró el amor y los sentimientos, por lo que surgió el dolor y el arrepentimiento.
El hombre más poderoso del mundo compró todos los bienes materiales que quería poseer, y todos los valores que deseaba dominar. Hasta que un día, embriagado de tanto poder, decidió comprarse a sí mismo.
A pesar de todo su dinero, no pudo llevar a cabo su intento. Entonces, a partir de ese momento, nació en la conciencia de la Tierra un único bien al cual ninguna persona puede ponerle precio: su propio valor.
Fuente: Reflexiones diarias. Paulo Coelho

martes, 28 de diciembre de 2010

Caminante, no hay camino.

Estaba en una ciudad extraña. Había llegado recientemente y tenía que tomar el tren temprano en la mañana. Pero cuando me levanté y miré el reloj, ya estaba retrasado y comencé a correr. Cuando llegué a la torre y miré el reloj, me alarmé aun más al pensar que iba a perder el tren. Mi reloj estaba atrasado. Comencé a correr... sin conocer la vía, sin conocer el camino... y las calles lucían limpias y desiertas. Era temprano en la mañana, una mañana fría e invernal, y yo no veía a nadie.
De repente vi a un policía. Me llené de esperanza. Me acerqué al policía y le pedí que me señalara el camino. El policía me respondió: 'El camino? Por qué me lo pregunta a mí?' Yo le contesté: 'Porque soy extranjero en este lugar y no conozco el camino. Por favor indíqueme el camino y no pierda tiempo. Ya estoy retrasado y voy a perder el tren, y es importante para mí tomar el tren'.
El policía se rió y dijo: 'Quién puede mostrarle el camino a otra persona?'
Al decir esto, el policía agitó la mano en señal despedida y se fue sonriendo.
Cómo podrían mostrarte el camino, si el camino en realidad no existe. Siempre estás en la meta. Donde quiera que estés, ésa es la meta. El camino no existe. Si sigues preguntando por el camino, estás intentando crear futuro, una y otra vez, y el futuro es la pesadilla.

FUENTE: OSHO:  ‘El Hombre que Amaba las Gaviotas y Otros Relatos’ En el libro se dice que es un escrito de Franz Kafka

domingo, 14 de noviembre de 2010

Paz perfecta - Cuento

Había una vez un Rey que ofreció un gran premio a aquel artista que pudiera captar en una pintura la paz perfecta. Muchos artistas lo intentaron. El Rey admiró y observó todas las pinturas, pero solo hubo dos que a él realmente le gustaron y tuvo que escoger entre ellas.
La primera era un lago muy tranquilo, era un espejo perfecto donde se reflejaban unas plácidas montañas que lo rodeaban.
Sobre estas se encontraba un cielo muy azul con tenues nubes blancas. Todos los que miraron esta pintura pensaron que esta reflejaba la paz perfecta.
La segunda pintura, también tenía montañas, pero estas eran escabrosas y descubiertas. Sobre ellas había un cielo furioso del cual brotaba un impetuoso aguacero con rayos truenos. Montaña abajo parecía el retumbar un espumoso torrente de agua.
Todo esto no se revelaba para nada pacífico.
Pero cuando el Rey observó cuidadosamente, vio tras la cascada un delicado arbusto creciendo en una grieta de la roca. En este arbusto se encontraba un nido.
Allí en el rugir de la violenta caída de agua, estaba sentado plácidamente un pajarito en medio de su nido… Paz perfecta.
El Rey escogió la segunda.
Y explicó a sus súbditos el porqué:
Paz no significa estar en un lugar sin ruidos, sin problemas, sin trabajo duro ni dolor.
Paz significa que a pesar de todas estas cosas permanezcamos calmados dentro de nuestro corazón.

Creo que este es el verdadero significado de la paz.
Cuando encontremos la paz en nuestro interior, tendremos equilibrio en la vida.

Cuando aprendas a considerar tu vida. W. Dyer

Cuando aprendas a considerar tu vida y cuanto hay en ella como el milagro que es, comprenderás enseguida que quejarse es desperdiciar el ...