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lunes, 11 de marzo de 2013

El valor de las cosas. Cuento Zen

“Vengo, maestro, porque me siento tan poca cosa que no tengo fuerzas para hacer nada. Me dicen que no sirvo, que no hago nada bien, que soy torpe y bastante tonto. ¿Cómo puedo mejorar? ¿Qué puedo hacer para que me valoren más?” 
El maestro, sin mirarlo, le dijo: 
-Cuánto lo siento muchacho, no puedo ayudarte, debo resolver primero mi propio problema. Quizás después…- y haciendo una pausa agregó: Si quisieras ayudarme tú a mí, yo podría resolver este tema con más rapidez y después tal vez te pueda ayudar. 
-E…encantado, maestro -titubeó el joven pero sintió que otra vez era desvalorizado y sus necesidades postergadas. 
-Bien- asintió el maestro. 
Se quitó un anillo que llevaba en el dedo pequeño de la mano izquierda y dándoselo al muchacho, agregó- toma el caballo que está allí afuera y cabalga hasta el mercado. Debo vender este anillo porque tengo que pagar una deuda. Es necesario que obtengas por él la mayor suma posible, pero no aceptes menos de una moneda de oro. Vete ya y regresa con esa moneda lo más rápido que puedas. 
El joven tomó el anillo y partió. 
Apenas llegó, empezó a ofrecer el anillo a los mercaderes. Estos lo miraban con algún interés, hasta que el joven decía lo que pretendía por el anillo. 
Cuando el joven mencionaba la moneda de oro, algunos reían, otros le daban vuelta la cara y sólo un viejito fue tan amable como para tomarse la molestia de explicarle que una moneda de oro era muy valiosa para entregarla a cambio de un anillo. En afán de ayudar, alguien le ofreció una moneda de plata y un cacharro de cobre, pero el joven tenía instrucciones de no aceptar menos de una moneda de oro, y rechazó la oferta. 
Después de ofrecer su joya a toda persona que se cruzaba en el mercado -más de cien personas- y abatido por su fracaso, monto su caballo y regresó. 
Cuánto hubiera deseado el joven tener él mismo esa moneda de oro. Podría entonces habérsela entregado al maestro para liberarlo de su preocupación y recibir entonces su consejo y ayuda. 
Entró en la habitación. 
-Maestro -dijo- lo siento, no es posible conseguir lo que me pediste. Quizás pudiera conseguir dos o tres monedas de plata, pero no creo que yo pueda engañar a nadie respecto del verdadero valor del anillo. 
-Qué importante lo que dijiste, joven amigo -contestó sonriente el maestro-. Debemos saber primero el verdadero valor del anillo. Vuelve a montar y vete al joyero. ¿Quién mejor que él, para saberlo? Dile que quisieras vender el anillo y pregúntale cuanto te da por él. Pero no importa lo que te ofrezca, no se lo vendas. Vuelve aquí con mi anillo. 
El joven volvió a cabalgar. 
El joyero examinó el anillo a la luz del candil, lo miró con su lupa, lo pesó y luego le dijo: 
-Dile al maestro, muchacho, que si lo quiere vender ya, no puedo darle más que 58 monedas de oro por su anillo. 
-¡¿58 monedas?!-exclamó el joven. 
-Sí -replicó el joyero- Yo sé que con tiempo podríamos obtener por él cerca de 70 monedas, pero no sé… si la venta es urgente… 
El Joven corrió emocionado a casa del maestro a contarle lo sucedido. 
-Siéntate -dijo el maestro después de escucharlo-. Tú eres como este anillo: una joya, valiosa y única. Y como tal, sólo puede evaluarte verdaderamente un experto. ¿Qué haces por la vida pretendiendo que cualquiera descubra tu verdadero valor? 
Y diciendo esto, volvió a ponerse el anillo en el dedo pequeño de su mano izquierda.

viernes, 8 de febrero de 2013

Toques Zen en la vida diaria

Recuerde este proverbio chino: "Los Maestros pueden abrir la puerta mas sólo usted puede entrar."
- Tenga un proyecto de vida, más esté abierto para percibir las señales del camino. Sea flexible como los gajos de un árbol al viento, así nada podrá quebrarlo.
- Encienda un incienso. Él marca el tiempo de su meditación o de cualquier actividad y purifica el ambiente. Además de eso, según los monjes zen-budistas, el humo esparce bienestar a todos los seres y eleva nuestro espíritu.
- Tenga cerca una caja de arena, con algunas piedras y modifique cada día la posición de ellas y el trazado de los granos. Mover en el jardín zen es una forma de aquietar la mente y una metáfora de la vida: Todo está cambiando en todo momento, un día es diferente de otro y usted puede crear su presente.
- En el trabajo, cuando estuviera en una situación de conflicto o recibiera una provocación, no reaccione inmediatamente. Respire y preste atención, pues siempre hay una manera de resolver las cuestiones de forma pacífica, con respeto, amorosamente. Caso contrario, usted entra en la sintonía de acciones y pensamientos negativos, dañinos para los otros y para usted mismo.
- En el tránsito, manténgase atento y gentil con los otros conductores. Mantenga distancia y ceda el paso. Si está muy alterado con la espera, tenga en el vehículo música tranquila y algunos caramelos. Eso baja la ansiedad y suaviza el enojo e impaciencia.
- Simplemente sea lo que es, acepte su cuerpo y sus pensamientos. Acuérdese de mirar hacia el cielo. Eso expande los límites de la mente y nos recuerda que somos una pequeña parte del inmenso Universo, que está siempre en movimiento.
- Al hablar, use palabras de cariño y respeto, pues usted está delante de otro ser humano, sea quien fuera.
- Reserve algún tiempo, y apenas quede sin hacer nada: No piense, no contemple, no desee cambios.
- En cada gesto simple de lo cotidiano, usted puede descubrir nuevos placeres. Saboree el agua y cada alimento como un bien precioso, una fuente de energía vital. Cuando esté comiendo o cocinando, no desperdicie.
- Comience el día sentándose con la columna recta, (puede ser en una silla), perciba su respiración, los latidos de su corazón, sus tensiones, sus pensamientos. Quédese así por algunos minutos, después respire hondo y salga al mundo dispuesto a aceptar el día como venga, como si fuese el primero de su vida.
- Viva el momento presente. El pasado ya se fue y el futuro aún no existe. El aquí y ahora es la única realidad.
- La respiración tiene el poder de cambiar rápidamente su estado de ánimo. En situaciones de estrés, ansiedad, enojo, tristeza, calme su respiración y tenga en mente que todas las situaciones son pasajeras, que todo está en constante transformación.
- Preste atención en todo lo que hiciere y mire las acciones y los comportamientos repetitivos como una nueva oportunidad de percibir la vida con más cuidado y amor.

Zen: Esta filosofía milenaria nació en China en el año 618 de nuestra era, bajo la dinastía de los Tang. Su nombre proviene del término Ch´an que significa, literalmente, meditación. Está basada en las enseñanzas de Buda que hablan sobre lo transitorio de la vida y del camino para lograr la iluminación que puede llevarnos al Nirvana, es decir, el estado espiritual de perfección y de unión total con el Creador.

lunes, 14 de marzo de 2011

Buscando la paz interior

¿Qué significa buscar la paz interior? Posiblemente sea, dicho sencillamente, encontrar la manera de no pensar tanto, de liberarnos del pensamiento. Hacia ese punto se dirigen todas las prácticas de meditación y la búsqueda de todo estado de liberación. Estar liberado significa despojarse de algo. Despojarse de condicionamientos. Es quitarse peso para andar con más soltura, es desenvolverse como una pluma acunada por el viento. El peso de la razón nos aprisiona, nos erosiona como un martillo, nos ata a una realidad que casi nunca tiene que ver consigo misma. Porque la realidad, su esencia más pura y noble es la del vacío.
Cuando se habla del vacío a menudo se piensa en algo hueco y oscuro, sin sentido. Pero no hay nada que tenga más sentido que el vacío. El vacío es el principio de todo y la ansiedad surge precisamente del miedo al vacío y la necesidad de llenarlo con lo que sea. El pintor crea su obra de arte a partir de un espacio en blanco, el sacerdote comienza su sermón a partir de un silencio consensuado. Al despertarnos del sueño de la noche comienza nuestra tarea de ir llenando el vacío.
La paz interior es un estado donde no es necesaria la palabra para dar sentido a esa vivencia. Vivir la paz interior es únicamente dejarse llevar por lo que “es verdadero” sin necesidad de decir “esto es verdadero porque…”. Los maestros zen llaman a esta experiencia “satori”. Como dijo Yuan-Wu: “Cuando ya no hay nada ligado a tu mente, y has llegado limpiamente al otro lado, estás preparado para el perfeccionamiento”. ¿Qué quiere decir con “llegar al otro lado”? Significa acceder al vacío de la mente. A limpiar ésta de los pensamientos ordinarios, a cultivar la atención correcta, que es aquella que “está presente sin más en el ahora”, sin otra intuición que la que precisa la contemplación silenciosa del momento presente. La intuición es la “facultad de comprender las cosas instantáneamente, sin necesidad de razonamiento”. La intuición continuada es el satori, es la comprensión iluminada, desvelada.
Fuente: Buscando la paz interior. José Manuel Martínez Sánchez

viernes, 11 de marzo de 2011

El Feng Shui y el jardín Zen

La filosofía Zen tiene como objetivo la expansión de nuestra conciencia; el hombre físicamente camina en el elemento tiempo, pero en ocasiones, es como si atravesara un espeso lodo, que le hace arrastrar sus pies. El Zen nos enseña, que debemos comprometernos y reconocer los pasos que nos llevan a progresar hacia un entendimiento, que nos acerca a la supuesta distante iluminación. Cuando escuchamos nuestra voz interior, podemos percibir nuestra esencia, nuestros sentidos internos se fusionan y nos damos cuenta de, lo que no percibíamos antes, pero estaba frente de nosotros todo el tiempo.
El Jardín Zen representa el camino de la vida, constantemente lleno de cambios, brillo y oscuridad, sombra y luz. Consta de un recipiente circular o rectangular, un rastrillo pequeño de madera, arena (simboliza la plataforma sobre la cual existimos, recicla y transmuta la energía a través de su magnetismo), 8 rocas (representan los obstáculos y tropiezos, que enfrentamos a lo largo de nuestra vida) y un cristal de cuarzo (recibe, almacena y transmite energía positiva, sensación de armonía y equilibrio).
Nos da la oportunidad de cambiar constantemente, a través de las formas; las 8 rocas representan los 8 senderos de la sabiduría, por los que el hombre tiene que atravesar para llegar a la iluminación. Estos son: la fuerza de voluntad para todo lo que necesitamos hacer, la misericordia en nuestros actos y pensamientos, la creación para llevar a cabo las cosas sin dejarlas a medias, la belleza (externa e interna) siguiendo el ejemplo de la naturaleza, la tolerancia para ser pacientes y respetuosos hacia todo lo existente, el perdón para comprender que nadie es perfecto, la formación para estar atentos para recibir los mensajes y el conocimiento para actuar con humildad. Una vez que se recorren estos senderos, se llega al noveno que es el cuarzo (la luz del entendimiento). Estas nueve puertas, son las que tenemos que abrir, cuando buscamos en nuestro interior, en qué etapa nos encontramos y cómo hemos guiado nuestros actos.
Nos permite descansar nuestra mente y concentrarla en un solo punto, tranquilizar la ansiedad, la angustia y los miedos. Podemos cambiar su forma infinidad de veces, alisando la arena, retirando las rocas, colocando nuevos elementos como símbolo de las nuevas oportunidades para continuar en nuestro sendero.
Es un reflejo de nuestro Jardín Interior, en la búsqueda del equilibrio, la armonía y la paz interna.

sábado, 30 de octubre de 2010

Realidad Mágica. W. Dyer

Un antiguo proverbio zen dice: «Cuando el alumno esté preparado aparecerá el maestro». Cuando estés realmente decidido en tu mente a experimentar la realidad mágica y a vivir todos y cada uno de tus días con un propósito, se te mostrará el modo de lograrlo. Examinemos las cuatro palabras clave de este proverbio zen.
Alumno. Sé un alumno. Permanece abierto y dispuesto a aprender de todos y cada uno. Ser alumno significa tener espacio interior para un nuevo saber. Cuando estás verde creces y cuando estás maduro te secas. Cuando sepas de corazón que cada persona que encuentras en la vida tiene algo que enseñarte, podrás aprovechar al máximo lo que ésta te ofrezca. La capacidad de crear realidad mágica supone en primer lugar el ser un alumno de la vida. Preparado. Sé un alumno dispuesto. Tu nivel de preparación para crecer y convertirte en tu propio hacedor de milagros no es más que un estado mental. Como alumno, sabes que todos y todo pueden de algún modo ser tus maestros. Como alumno dispuesto, ansías lo que todos y todo pueden ofrecerte. El «giro equivocado» que te lleva a un lugar nuevo e inesperado es una oportunidad para crecer.
Maestro. El maestro está en todas partes. La ayuda que necesitas te será facilitada por el universo en cuanto conviertas tu preparación en disposición. En cuanto estés dispuesto, encontrarás maestros en cada rincón de tu vida. El maestro puede muy bien ser un alma experimentada dispuesta a ayudarte y guiarte hacia los milagros que buscas. Puedes interpretar la aparición de esa persona en tu vida ahora, en el momento mismo en que estás preparado, como un accidente o una ruptura divina por tu parte. Pero, de un modo u otro, esa alma sabia ha estado siempre a tu disposición. Es tu disposición la que hace que el maestro pueda ayudarte. Los maestros aparecen bajo diversas formas. El tuyo puede ser una cinta que alguien ha dejado «por accidente» en tu coche y que tú, «por accidente», pones en el momento preciso. Es posible que la semana pasada la hubieras oído durante dos minutos y hubieses rechazado su contenido; ahora, tu disposición permite su presencia como maestro. Tu maestro puede también ser un libro o un artículo que te haya recomendado un amigo. Puede ser tu asistencia imprevista a una conferencia o un servicio en la iglesia para el que alguien te ha dado su entrada porque tenía que salir de la ciudad; el mensaje del orador parece estar dirigido de manera específica a ti. El maestro puede ser un niño que te toma de la mano y te hace una pregunta en la que tú no habías pensado hasta ese momento, y la respuesta que le das al niño es la respuesta que te das a ti mismo. Tu maestro puede ser invisible y aparecer en forma de un pensamiento que viene a tu mente en un momento tranquilo, de contemplación, y te anima a seguir una dirección determinada. Sólo tienes que echar un vistazo en derredor, mirar con ojos nuevos y preguntarte en silencio: «-¿Quién es mi maestro?». Aparecerá. El maestro hace su aparición en todo y en todos cuantos lugares te encuentras. Como ya hemos dicho, no existen en realidad los accidentes. El universo tiene un propósito. Si el maestro estaba allí y tú lo has pasado por alto, ello formaba parte de la perfección en ese momento en concreto. El maestro estaba allí antes que tú, pero no estaba allí para ti. Aquello era entonces y esto es ahora. Hoy, cuando estás dando un propósito a tu vida y adquiriendo la capacidad de hacer aparecer milagros en tu vida, reconocerás al maestro. Es cierto que ningún ser humano es una isla. Estamos todos relacionados y todos aprendemos y crecemos juntos en este viaje. En tu preparación para hacer milagros y para la realidad mágica, contarás con toda la ayuda que necesites. Hay un reino de existencia humana que trasciende lo que hemos llegado a considerar como normal o posible. Yo llamo a esta dimensión realidad mágica. Una vez te sientas auténticamente abierto a vivir tu propio propósito aquí y estés abierto a la recepción de cualquier ayuda divina que puedas requerir siendo un alumno dispuesto, estarás en disposición de creer en tu capacidad para convertirte en tu propio hacedor de milagros.

Fuente: Tus zonas mágicas. Wayne Dyer

Cuando aprendas a considerar tu vida. W. Dyer

Cuando aprendas a considerar tu vida y cuanto hay en ella como el milagro que es, comprenderás enseguida que quejarse es desperdiciar el ...