viernes, 25 de marzo de 2011

La estrella escondida

Las estrellas celebraron su asamblea, y cada una sacó a relucir, como saben hacer relucir las estrellas, sus propios méritos en la creación y en la vida del hombre, rey de la creación. La estrella polar demostró cómo ayudaba a los hombres a fijar el norte de sus caminos y de sus mapas; el sol describió el calor, la luz, la vida que hacía llegar a todos los hombres y mujeres de la tierra; una estrella poco conocida reveló que ella fue la que confirmó la teoría de Einstein cuando pasó oportunamente tras el sol durante un eclipse, y con ello hizo un gran servicio a la ciencia; y otras mencionaron los nombres que habían hecho famosos y los descubrimientos a que habían dado lugar. Cada una tenía algo que decir, y rivalizaban en fama y esplendor.
Sólo una pequeña estrella, remota y escondida, permanecía callada en la asamblea celestial.
No se le ocurría nada que decir. Cuando le llegó el turno y hubo de hablar, confesó que ella nada había hecho por el cosmos o por el género humano, y que los hombres y mujeres de la tierra ni siquiera la conocían, pues aún no la habían descubierto. Las demás estrellas se rieron de ella y la tacharon de inútil, perezosa e indigna de ocupar un sitio en el firmamento. Las estrellas están para alegrar el cielo, y ¿de qué sirve una estrella que ni siquiera se sabe que existe?
La pequeña estrella escuchaba todos los reproches que le dirigían sus hermanas, y algo se le ocurrió mientras hablaban, y lo dijo al final:
«¿Quién sabe?», dijo parpadeando suavemente, «a lo mejor yo también estoy contribuyendo, a mi manera, al progreso y bienestar de hombres y mujeres en la lejana tierra. Es verdad que no me conocen, pero ellos no son tontos, y sus cálculos les dicen que para explicar el curso de otras estrellas y cuerpos celestes que conocen, tiene que haber todavía alguna otra estrella que con su atracción gravitatoria explique las desviaciones en los caminos de las demás. Por eso continúan estudiando y observando y buscando, y con ello avanza su ciencia y continúa despierto su interés». Las otras estrellas se habían callado mientras hablaba, y ella tomó ánimos con su silencio y añadió algo al final que hizo pensar a todas:
«No es que yo quiera anteponerme a nadie, y tenéis mucho mérito todas con lo que habéis hecho por los hombres y mujeres de la tierra; pero creo que yo también les estoy prestando un servicio importante: que sepan que aún les queda algo por descubrir». Bello mensaje. Aún nos quedan estrellas por descubrir. Aún quedan cielos por explorar y aventuras por em­prender.
Tomado de la Red

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