La meditación es simplemente estar alerta, sin dar opción alguna al Yo. Sin ningún propósito ni dirección, sino solamente estar “en atención”. En la vivencia del “aquí y ahora” con verdadera atención, con absoluta ausencia de Ego.
Para desarrollar esta, a simple vista sencilla, pero compleja actitud presencial, existen multitud de ejercicios, técnicas, prácticas... procedentes de diversas corrientes y tradiciones. Practicar la meditación significa –en definitiva- aprender a “estar despierto”, que es –etimológicamente- el significado de la palabra Buda.
Para Krishnamurti “los cimientos para la meditación son la observación, la claridad y la virtud.” La claridad, dice, “lo es en el sentido de ver las cosas como son dentro de uno mismo”. Y en cuanto a la virtud, dice: “no hay otra virtud, excepto la que florece del conocimiento propio”. Tenemos, por tanto, como instrumento fundamental, la observación, la cual desvela claridad y virtud. Veamos una definición más extensa de Krishnamurti sobre el concepto de virtud con respecto a la meditación: “La virtud es una cosa que florece todo el tiempo en bondad; uno puede haber cometido un error, haber hecho algo feo, pero eso se ha terminado; uno se está moviendo, floreciendo en bondad porque se conoce a sí mismo. Habiendo echado esos cimientos, es posible dejar de lado las oraciones, el murmurar palabras y el adoptar posturas.” Como vemos, la virtud es la cualidad inherente más importante que florece como consecuencia de una apropiada meditación.
La virtud, en su sentido estricto, significa fuerza, poder de una cosa, eficacia. Conlleva una potencialidad o capacidad de ser de un modo determinado. En la filosofía budista la virtud es la elección del camino medio, la asimilación del Noble Óctuple Sendero. Aristóteles también entendía virtud en este sentido, esto es, comportarse según el “justo medio”. La virtud es inherente al ser, y en este sentido, le corresponde, éticamente, el desarrollo continuo de las mismas como fin de humana perfección. De esta manera, enfocamos el concepto de “autorrealización”, la realización de nuestras virtudes, capacidades.
San Agustín se refirió a este término de la siguiente forma: “la virtud es una buena cualidad de la mente mediante la cual vivimos derechamente, cualidad de la que nadie puede abusar y que Dios produce a veces en nosotros sin intervención nuestra”.
La meditación, como hemos deducido, es una manera muy apropiada de desarrollo de la virtud. Observarnos a nosotros mismos significa descubrir lo que somos, nuestra parte “divina” o perfecta que puede emerger materializada en actos, comportamientos, eticidad.
Para desarrollar esta, a simple vista sencilla, pero compleja actitud presencial, existen multitud de ejercicios, técnicas, prácticas... procedentes de diversas corrientes y tradiciones. Practicar la meditación significa –en definitiva- aprender a “estar despierto”, que es –etimológicamente- el significado de la palabra Buda.
Para Krishnamurti “los cimientos para la meditación son la observación, la claridad y la virtud.” La claridad, dice, “lo es en el sentido de ver las cosas como son dentro de uno mismo”. Y en cuanto a la virtud, dice: “no hay otra virtud, excepto la que florece del conocimiento propio”. Tenemos, por tanto, como instrumento fundamental, la observación, la cual desvela claridad y virtud. Veamos una definición más extensa de Krishnamurti sobre el concepto de virtud con respecto a la meditación: “La virtud es una cosa que florece todo el tiempo en bondad; uno puede haber cometido un error, haber hecho algo feo, pero eso se ha terminado; uno se está moviendo, floreciendo en bondad porque se conoce a sí mismo. Habiendo echado esos cimientos, es posible dejar de lado las oraciones, el murmurar palabras y el adoptar posturas.” Como vemos, la virtud es la cualidad inherente más importante que florece como consecuencia de una apropiada meditación.
La virtud, en su sentido estricto, significa fuerza, poder de una cosa, eficacia. Conlleva una potencialidad o capacidad de ser de un modo determinado. En la filosofía budista la virtud es la elección del camino medio, la asimilación del Noble Óctuple Sendero. Aristóteles también entendía virtud en este sentido, esto es, comportarse según el “justo medio”. La virtud es inherente al ser, y en este sentido, le corresponde, éticamente, el desarrollo continuo de las mismas como fin de humana perfección. De esta manera, enfocamos el concepto de “autorrealización”, la realización de nuestras virtudes, capacidades.
San Agustín se refirió a este término de la siguiente forma: “la virtud es una buena cualidad de la mente mediante la cual vivimos derechamente, cualidad de la que nadie puede abusar y que Dios produce a veces en nosotros sin intervención nuestra”.
La meditación, como hemos deducido, es una manera muy apropiada de desarrollo de la virtud. Observarnos a nosotros mismos significa descubrir lo que somos, nuestra parte “divina” o perfecta que puede emerger materializada en actos, comportamientos, eticidad.
Fuente: Buscando la Paz interior. José Manuel Martínez Sánchez
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