martes, 17 de mayo de 2011

La leyenda del Wesak

En algunas partes de la India, el Festival de Wesak ha sido considerado por siglos como un día festivo: una ocasión sagrada de reunión, peregrinaje, regocijo y alegre expectativa. Es cierto que el significado interno de este día es reconocido sólo por unos pocos cuya mentalidad es espiritual; también es cierto que la vasta mayoría no conoce nada, y poco le importan sus posibles implicancias. Pero lo mismo se podría decir de cualquier gran festividad cristiana. Para algunos, representan símbolos de grandes realidades espirituales; para otros, simplemente significan un día feriado, la entrega de regalos o un momento para visitar a alguien. Sin embargo, la gente en general no sabe relativamente nada sobre la fuerza espiritual que dicha celebración lanza sobre el mundo, del verdadero significado de aquellos "días de Gracia", como es el caso del Viernes Santo, cuando la Divinidad viene a socorrer a la humanidad. Su realidad interna y significado están fuera de su esfera de actividad. Y así ocurre también con el Festival de Wesak.
No obstante, existe algo en relación con este Festival que lo diferencia de todos los demás. Mientras que las fechas de las festividades cristianas han sido establecidas sobre la base de eventos pasados o hechos que ocurrieron siglos atrás (o conmemoran a algún gran discípulo de Cristo, que en el pasado sirvió a la humanidad como Él lo hizo), el Festival de Wesak es un reconocimiento a un evento vivo presente. Se lleva a cabo -de acuerdo con las creencias de aquellos que lo observan- mientras ocurre un gran evento divino, y es una ceremonia por naturaleza de carácter participativa. Este evento celestial tiene lugar anualmente en el momento de la luna llena de Tauro (frecuentemente llamada "Luna llena de mayo"). Durante esa ocasión, Dios Mismo lanza Sus bendiciones sobre la tierra, según las demandas del hombre, a través del Buda y de Su Hermano, el Cristo.
El Lugar
Este extraordinario acontecimiento también tiene una manifestación física. Paralela a esta ceremonia subjetiva y espiritual, se lleva a cabo otra ceremonia en un pequeño valle del Tibet, más allá de los Himalayas. Es allí donde supuestamente ocurre la ceremonia terrestre de bendición, en la cual muchas personas de la localidad y sus alrededores encuentran su camino, como peregrinos que van hacia la luz. En el momento de la luna llena, se realiza en ese lugar un ritual solemne, que definitivamente puede ser visto y oído tal como se puede ver y oír una ceremonia en cualquiera de nuestras grandes catedrales.
El sueño, la leyenda o el hecho puede describirse así: El Lugar Hay un valle, ubicado bastante alto en los cerros de los alrededores del Himalaya tibetano. Está rodeado por altas montañas por todos lados, excepto al noreste, donde hay un estrecha abertura entre las montañas. Por consiguiente, el valle tiene el contorno de una botella, con el cuello de ésta hacia el noreste, la que se ensancha considerablemente hacia el sur. Hacia el extremo norte, cerca del cuello de la botella, se encuentra una roca inmensa y plana. En el valle, no hay árboles ni arbustos; está cubierto con un tipo de pasto tosco, pero las laderas de las montañas están cubiertas con árboles.
La Ceremonia
Detrás del grupo de Maestros, adeptos, iniciados y trabajadores mayores bajo el Plan de Dios, se encuentran los discípulos y aspirantes del mundo en sus diferentes grados y grupos (tanto "en cuerpo como fuera de él", para citar las palabras de San Pablo), quienes constituyen en este momento el Nuevo Grupo de Servidores del Mundo. Las personas presentes en cuerpo físico han encontrado su camino ahí por vías comunes. Otros están presentes en sus cuerpos sutiles y en estado de sueño.
Cuando se aproxima la hora de la luna llena, un silencio se apodera de la multitud y todos miran hacia el noreste. Comienzan algunos movimientos rituales, en los cuales el grupo de Maestros y sus discípulos de todos los rangos adoptan posiciones simbólicas, todas las cuales tienen un significado poderoso y profundo, mientras, simultáneamente, emiten cánticos y palabras de poder, llamados mantrams. La expectativa en la multitud que espera y observa es grande y la tensión es real y creciente. Pareciera ser que a través de todo el cuerpo de las personas se siente una estimulación o una vibración poderosa, la cual tiene el efecto de despertar las almas de aquellos presentes, fusionando y mezclando al grupo en una total unidad, y elevando todo en un gran acto de demanda espiritual, buena voluntad y esperanza. Es el cenit del anhelo mundial, enfocado en este grupo que espera. Estas tres palabras -demanda, buena voluntad y esperanza- son las que mejor describen la atmósfera que rodea a los presentes en este valle secreto.
El canto y el flujo rítmico crecen poderosamente, y todos los participantes y observadores levantan sus ojos hacia el cielo en dirección a la parte angosta del valle. Justo unos pocos minutos antes del momento exacto de la luna llena, se puede ver en la lejanía una pequeña mancha en el cielo. Se acerca más y más, aumenta su claridad y definición del contorno, hasta que se puede ver la forma del Buda, sentado en la posición de loto, vestido con su manto azafrán, bañado de luz y color, y con su mano extendida en señal de bendición. Cuando El llega exactamente al punto sobre la gran roca, flotando en el aire sobre las cabezas de los Tres Grandes Señores, un poderoso mantram, utilizado sólo una vez al año, durante este Festival, es entonado por el Cristo y todo el grupo de personas en el valle se postra delante de Ellos. Esta Invocación crea una gran vibración o corriente de pensamiento, que se extiende sobre el grupo de aspirantes, discípulos o iniciados que la emplean, hasta Dios mismo. Esto marca el momento supremo de un intenso esfuerzo espiritual ejercido a través de todo el año, la revitalización espiritual de la humanidad y de los efectos espirituales que perdurarán durante los meses siguientes. El efecto de esta Gran Invocación es universal, y sirve para vincularnos con ese centro cósmico de fuerza espiritual desde el cual provienen todos los seres creados. Se derraman bendiciones, y el Cristo -en representación de la humanidad- las recibe como su custodio para su distribución.
Así, continúa la leyenda, el Buda vuelve una vez al año para bendecir al mundo, transmitiendo a través del Cristo vida espiritual renovada. Lentamente, el Buda se aleja, hasta que puede verse sólo una débil mancha en el cielo, la que finalmente desaparece.
Toda la ceremonia, desde la primera aparición distante hasta el momento en que el Buda se pierde de vista, toma sólo ocho minutos. El sacrificio anual del Buda por la humanidad ha terminado y Él vuelve nuevamente a aquel lugar elevado donde trabaja y espera. Año tras año, Él regresa a la ceremonia de bendición, en la cual Él y Su gran Hermano, el Cristo, trabajan en íntima cooperación para el beneficio espiritual de la humanidad. En estos dos Grandes hijos de Dios, se han concentrado dos aspectos de la vida divina, y Ellos actúan juntos como Guardianes del tipo de fuerza espiritual más elevada a la cual nuestra humanidad puede responder. A través del Buda, se derrama la sabiduría de Dios. A través del Cristo, se manifiesta el amor de Dios a la humanidad, y es esta sabiduría y este amor el que fluye sobre la humanidad cada luna nueva de mayo.
Esta es la leyenda que hay detrás de este popular día festivo en Oriente. Tal es el hecho, si es que podemos aceptar el desafío de creerlo y de tener la mente lo suficientemente abierta como para reconocer esta posibilidad. Para Occidente, representa una idea algo nueva, que nos llama a readecuar algunas de nuestras creencias más apreciadas. Pero, si puede ser captada y entendida, surgirá una nueva visión en nuestra conciencia y la posibilidad en la actual humanidad, de incentivar conscientemente una nueva fuente de enriquecimiento y un nuevo centro de fuerza espiritual.
Adaptado de Alice A. Bailey

3 comentarios:

  1. Te Felicito, muy bueno tu blog, que Dios te bendiga siempre.

    Sat Nam.

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  2. Gracias tu visita y comentario! Namasté.

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  3. hermosa historia, me hizo bien leerla, bendiciones para vos y todos los servidores de buena voluntad. Claudio.

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