De la misma manera que el popularizado arte del Feng Shui regula la circulación de energía positiva en el hogar, o sea, en el espacio exterior para que inclusive aumente nuestra armonía exterior, también los mandalas proponen utilizar un símbolo exterior para actuar sobre lo más profundo de nuestro ser.
Mandala quiere decir "círculo" en sánscrito, en especial "círculo mágico". Estas figuras no sólo están extendidas en Oriente. En Occidente estuvieron también presentes, sobre todo a través de la cultura cristiana de principios de la Edad Media.
Los Mandalas más clásicos representaban a Cristo en el centro, y los cuatro evangelistas, o sus símbolos correspondientes, en los puntos cardinales (la misma concepción ya había sido usada por los egipcios : Horus en el centro, rodeado por sus cuatro hijos)
Los Mandalas son símbolos muy comunes en la cultura hindú y budista. Se encuentran básicamente en pinturas, pero también en el plano de muchos templos que se construyeron basados en esa estructura.
La mayor parte de los Mandalas tienen forma de flor, cruz o rueda, con una clara simetría basada en el número cuatro (por ejemplo, las cuatro direcciones del espacio).
En Occidente el célebre psicólogo Carl Gustav Jung descubrió que muchos de sus pacientes expresaban libremente sus fantasías dibujando Mandalas arquetípicos, y los que no los dibujaban los bailaban, realizando círculos y formas sobre el suelo con sus desplazamientos.
Con respecto a este descubrimiento casual, se sabe que en la India existe el término mandala nritya que quiere decir, "danza mandala" y que se refiere a un baile primitivo con características meditativas, similares a los giros tipo "trompo" que realizan los derviches sufis (monjes del Oriente Medio ).
Como dijimos, Carl Gustav Jung trabajó intensamente con el efecto curativo de estas imágenes circulares, tanto en niños como en adultos.
Comprobó que pintar mandalas era una terapia efectiva para pacientes neuróticos y esquizofrénicos.
Así es: un mandala puede reflejar el estado del espíritu humano en un momento determinado, iniciando un proceso de autodescubrimiento como primer paso hacia la sanación.
Los intentos de aferrarse a la periferia de nuestro mandala interior -cautivos del mundo exterior y superficial- y de negarse a conectar con nuestro centro íntimo, fracasan.
Por eso, desde el punto de vista terapéutico, la función del mandala es ayudarnos a alcanzar a través de su forma, color y contenido la armonía interna, para rescatar lo más verdadero que hay en nosotros: el centro o nuestro Ser profundo.
Los lamas tibetanos suelen realizar los mandalas con arena coloreada, que representan el Universo que será purificado cada año. Al igual que sucede en el proceso cósmico, el esfuerzo creativo de varias semanas de los monjes se destruye durante un ritual que sólo dura algunas horas. En esas ocasiones se suele derramar el fruto de tanta dedicación sobre las aguas de algún río, como símbolo de la transitoriedad de las cosas y de desapego. Una antigua forma de meditar Las indicaciones para contemplar un mandala son: elegir un lugar tranquilo, hacerse consciente de la respiración, permitir que se haga cada vez más lenta, sin forzar, posar suavemente la mirada en el mandala con la calma de quien por fin llega a su hogar.
Contemplarlo de esta manera brinda serenidad y el sentimiento de que la vida ha encontrado nuevamente un sentido. Dibujar y pintar estos "círculos de poder" es también una vía de meditación, por ese motivo es muy positivo para las personas muy nerviosas, estresadas, y dispersas ya que refuerza la concentración y aleja la inquietud, otorgando seguridad y una sensación de gran libertad. En los templos hindúes y tibetanos, los mandalas suelen permanecer cubiertos con una tela o manto, que se levanta en el momento de iniciar la meditación y se vuelve a desplegar el resto el tiempo con objeto de preservar y concentrar su energía. Se afirma que nuestro espíritu siempre utiliza un lenguaje simbólico como la vida real. El desafío es tratar de comunicarse con él y permitir que se exprese mientras dibujamos, sin estar limitado por las palabras. Al entablar nuevamente la comunicación con nuestra naturaleza más íntima, las puertas de la curación y de la resolución de nuestros problemas comienzan a abrirse.
Los especialistas afirman que el símbolo mandálico también posee un efecto mágico sobre su autor o quien lo contemple.
Dicho beneficio proviene del "círculo protector" o "círculo encantado", cuya magia se ha descrito en innumerables relatos populares. Se dice que con la ayuda de un entendido, y trazando imaginariamente un surco alrededor nuestro, o sea, del centro, se puede frenar el ataque o evitar la distracción de lo que provenga del exterior (lo periférico, superficial, frívolo)
Propuesta para empezar:
Decida qué clase de pintura o lápices usará. También el papel o tela que más le guste.
Siéntese cómodo y realice una serie de respiraciones profundas que lo tranquilicen y progresivamente lo instalen en una actitud receptiva.
Si al comienzo siente que le sale todo mal, trate de no autocondenarse.
Tenga más confianza y suéltese.
Haga de cuenta que es un niño y que está jugando . A medida que empiece a dibujar, irán surgiendo de su inconsciente formas que luego le resultarán significativas en relación a la época de la vida que está atravesando.
Visualizar un mandala durante la meditación o dibujarlo con mucha tranquilidad además de relajarnos, aporta equilibrio y seguridad.
Mandala quiere decir "círculo" en sánscrito, en especial "círculo mágico". Estas figuras no sólo están extendidas en Oriente. En Occidente estuvieron también presentes, sobre todo a través de la cultura cristiana de principios de la Edad Media.
Los Mandalas más clásicos representaban a Cristo en el centro, y los cuatro evangelistas, o sus símbolos correspondientes, en los puntos cardinales (la misma concepción ya había sido usada por los egipcios : Horus en el centro, rodeado por sus cuatro hijos)
Los Mandalas son símbolos muy comunes en la cultura hindú y budista. Se encuentran básicamente en pinturas, pero también en el plano de muchos templos que se construyeron basados en esa estructura.
La mayor parte de los Mandalas tienen forma de flor, cruz o rueda, con una clara simetría basada en el número cuatro (por ejemplo, las cuatro direcciones del espacio).
En Occidente el célebre psicólogo Carl Gustav Jung descubrió que muchos de sus pacientes expresaban libremente sus fantasías dibujando Mandalas arquetípicos, y los que no los dibujaban los bailaban, realizando círculos y formas sobre el suelo con sus desplazamientos.
Con respecto a este descubrimiento casual, se sabe que en la India existe el término mandala nritya que quiere decir, "danza mandala" y que se refiere a un baile primitivo con características meditativas, similares a los giros tipo "trompo" que realizan los derviches sufis (monjes del Oriente Medio ).
Como dijimos, Carl Gustav Jung trabajó intensamente con el efecto curativo de estas imágenes circulares, tanto en niños como en adultos.
Comprobó que pintar mandalas era una terapia efectiva para pacientes neuróticos y esquizofrénicos.
Así es: un mandala puede reflejar el estado del espíritu humano en un momento determinado, iniciando un proceso de autodescubrimiento como primer paso hacia la sanación.
Los intentos de aferrarse a la periferia de nuestro mandala interior -cautivos del mundo exterior y superficial- y de negarse a conectar con nuestro centro íntimo, fracasan.
Por eso, desde el punto de vista terapéutico, la función del mandala es ayudarnos a alcanzar a través de su forma, color y contenido la armonía interna, para rescatar lo más verdadero que hay en nosotros: el centro o nuestro Ser profundo.
Los lamas tibetanos suelen realizar los mandalas con arena coloreada, que representan el Universo que será purificado cada año. Al igual que sucede en el proceso cósmico, el esfuerzo creativo de varias semanas de los monjes se destruye durante un ritual que sólo dura algunas horas. En esas ocasiones se suele derramar el fruto de tanta dedicación sobre las aguas de algún río, como símbolo de la transitoriedad de las cosas y de desapego. Una antigua forma de meditar Las indicaciones para contemplar un mandala son: elegir un lugar tranquilo, hacerse consciente de la respiración, permitir que se haga cada vez más lenta, sin forzar, posar suavemente la mirada en el mandala con la calma de quien por fin llega a su hogar.
Contemplarlo de esta manera brinda serenidad y el sentimiento de que la vida ha encontrado nuevamente un sentido. Dibujar y pintar estos "círculos de poder" es también una vía de meditación, por ese motivo es muy positivo para las personas muy nerviosas, estresadas, y dispersas ya que refuerza la concentración y aleja la inquietud, otorgando seguridad y una sensación de gran libertad. En los templos hindúes y tibetanos, los mandalas suelen permanecer cubiertos con una tela o manto, que se levanta en el momento de iniciar la meditación y se vuelve a desplegar el resto el tiempo con objeto de preservar y concentrar su energía. Se afirma que nuestro espíritu siempre utiliza un lenguaje simbólico como la vida real. El desafío es tratar de comunicarse con él y permitir que se exprese mientras dibujamos, sin estar limitado por las palabras. Al entablar nuevamente la comunicación con nuestra naturaleza más íntima, las puertas de la curación y de la resolución de nuestros problemas comienzan a abrirse.
Los especialistas afirman que el símbolo mandálico también posee un efecto mágico sobre su autor o quien lo contemple.
Dicho beneficio proviene del "círculo protector" o "círculo encantado", cuya magia se ha descrito en innumerables relatos populares. Se dice que con la ayuda de un entendido, y trazando imaginariamente un surco alrededor nuestro, o sea, del centro, se puede frenar el ataque o evitar la distracción de lo que provenga del exterior (lo periférico, superficial, frívolo)
Propuesta para empezar:
Decida qué clase de pintura o lápices usará. También el papel o tela que más le guste.
Siéntese cómodo y realice una serie de respiraciones profundas que lo tranquilicen y progresivamente lo instalen en una actitud receptiva.
Si al comienzo siente que le sale todo mal, trate de no autocondenarse.
Tenga más confianza y suéltese.
Haga de cuenta que es un niño y que está jugando . A medida que empiece a dibujar, irán surgiendo de su inconsciente formas que luego le resultarán significativas en relación a la época de la vida que está atravesando.
Visualizar un mandala durante la meditación o dibujarlo con mucha tranquilidad además de relajarnos, aporta equilibrio y seguridad.
¿A quiénes se les recomienda especialmente este tipo de terapia?
A personas adultas:
A personas adultas:
- Que experimenten sensación de soledad .
- Que transitan períodos de cambio
- Que tienen un permanente sentimiento de enojo
- Muy nerviosas y con dificultad de concentración.
- Con falta de autoestima.
- Que se sienten débiles o tristes.
- Que padezcan trastornos de motricidad.
- Que no puedan fortalecer su personalidad.
- Que sean nerviosos o no se puedan concentrar.
- Muy pasivos y apáticos.
sabia algo de ellos, pero a grandes rasgos. realmente muy buena informacion. sera motivo para tomar los colores y volver a pintar lo que nazca de mi, gracias
ResponderEliminarGracias por compartir tus intereses y conocimientos, realmente son una bendición para aquellos que nos ponemos en contacto con los mismos.
ResponderEliminarNamaste
Hola, tengo una pequeña casita de campo y en una de sus paredes quiero pintar uno. Me podrías aconsejar que tipo de pintura utilizo?Gracias
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